Descripción
Sinopsis
La mejor herramienta de amor para decir “¡me importas!”.
Encontré una forma de irme acostumbrando a su ausencia. Debía sacar fuerzas de donde no había para encontrar la forma de frenar esa opresión en el pecho, ese hueco en el estómago, ese aire en la cabeza que me hacía sentir que volaba o flotaba. Sentía que perdía la razón.
Me distraje leyendo y terminé escribiendo. Quería servir a quien atravesara un infierno peor que el mío, porque sí lo hay.
Diario de un duelo es un regalo de amor que sale a la luz después de atravesar la curva más oscura de mi duelo.
En la penumbra de tu infierno abraza este obsequio, sus páginas están llenas de fe, dinámicas de contención, amor a Dios y humildad para aceptar su voluntad.
Este libro está hecho desde el amor y con el propósito de iluminar la otra cara del sufrimiento.
Anaidé Cárdenas
Como tanatóloga he observado una conducta recurrente durante la experiencia de un duelo. El doliente prefiere aislarse. Esta actitud preocupa un poco, o a veces mucho, a quienes le rodean. La mayoría de las personas no saben qué hacer, tampoco cómo ayudar. En ocasiones terminan abrumándole más. Acompañar a una persona que sobrelleva la pérdida de un ser querido no es tarea fácil para nadie y, lo es todavía menos, si es una experiencia que aún no hemos vivido.
Aislarse puede resultar benéfico para alguien que atraviesa un duelo. Siempre y cuando tome su apartamiento como un tiempo para procesar a conciencia su duelo.
Todo lo que leerás en este diario es producto de mi formación como tanatóloga y, de mi experiencia cómo doliente. Es lo que a mí me funcionó. Puede ayudarte o no. Puedes empatizar o no. Puedes creer en lo que comparto en estas páginas o no. Lo que suceda contigo está bien. Es tu proceso. Cada experiencia es única y diferente. No te sientas obligado. Pero, haz un esfuerzo. Seguramente valdrá la pena.
En medio de tanta desolación, ocuparme fue la mejor terapia durante mi duelo. En un principio el punto era bloquear mi dolor. Después se convirtió en la elección más beneficiosa. Me refugié en los libros. Cada lectura era una pausa para respirar mejor. Descongestionó mi nariz. Mi pecho comenzó a despejar esa obstrucción que aniquilaba.
Después de mi pérdida encontré motivos en el estudio. En las aulas virtuales, gracias a la pandemia por Covid. Pero específicamente, fue la escritura lo que me permitió evolucionar ese dolor que parecía no soportar más. Y no me refiero a escribir profesionalmente, sino a escribir para mi. Mi propia terapia narrativa.
La pena por la pérdida de un ser querido es indescriptible. Sólo quien ha vivido esta experiencia comprenderá perfectamente lo que aquí plasmo.
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